Dejame que te acaricie el pelo, que desenrrolle tus rizos negros suavemente. Shhh, no te quejes. Lo haré con dulzura.
Ahora pasaré suavemente el dorso de mi mano por tu frente, notando el tacto de las arrugas de tu piel. Me gustas.
Te huelo, y me hueles a libertad. Siempre me has olido asi. Es tu olor, cariño, desde que comencé a conocerte: libertad, y no se por qué lo relaciono de esa manera.
Bajo mi dedo y toco tus labios. Nuestro primer beso, que fugaz. Nuestros besos, mas serios ahora, desesperados y a escondidas en las puertas del Velouria mientras todos cantaban dentro. Ay, que dolor. Que excitante. Que prohibido.
Tu cuello, que voy a decir. Es carnoso y me gusta presionarlo suavemente con los labios entreabiertos, con los ojos entrecerrados, con el corazón abierto.
Me deleito con los hombros, son fuertes, la clavicula esta marcada, deseo morder la carne con suavidad. Hombros marcados, como a mi me gustan, una espalda ancha y un torso jugoso. Un hombre.
Mejor que no siga bajando o no podre contenerme, para mi eres puro porno. Me gusta todo de ti, desde la mancha más pequeña de tu piel hasta el ultimo vello de tu barba, me vuelves loca.
Me gusta cuando mides con el metro, cuando tiras los dados, cuando miras concentrado, cuando cierras los ojos al escuchar música, cuando tienes fiebre, cuando ries, cuando te estremeces con una caricia, cuando te desesperas, cuando lloras, cuando te quitas los mechones de la frente, cuando desenvainas, cuando te desperazas, cuando llegas al extasis ... eres... mi mayor debilidad.
¿Por qué te mueves de esa manera? Para mi desprendes erotismo y lo sabes, y no se si lo utilizas en mi contra, si lo haces a posta, pero cielo, la tentación me supera.
Sueño con perderme entre tus brazos.
Rezo por dormir sobre tu pecho.
Puedo decir con una sonrisa que te has convertido en parte de mi religión, en mi compañero sacerdote en esta iglesia de corrupción y depravación en la que vivimos y oye... nunca me resultó más grato ir a misa.
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