martes, 19 de enero de 2010

Sin titulo IV

¿Por qué te entregas a los placeres,
niña mia?
Acaso no es para olvidar,
y en vez de dulce alcohol
llevas besos a tu boca;
que los nuevos dioses a los que adoras
son humanos con máscaras de sal.

Y cauterizas tus heridas
con saliva envenenada,
y justificas tus orgías sentimentales
con un "¿Y qué? Si no me queda nada"
Esta noche te engalanas con antifaces de libertad
mientras se cierne una cadena a lo largo de tu cama,
¿y tu amor, donde quedó?

En una carne maltratada,
en un torso suave ,
en una melena corta que huele a orquídeas,
en una ciencia abandonada
y una serpiente como insignia.
En un suspiro a ras de piel,
en un temblor tras su mirada.
Quedó en París,
tras un romance tan leve
como la nota de un violín.
Y se desvaneció, vibrando, ante mis ojos.

Que es eso
de coleccionar caricias
y de hacerse esclava de la pasión,
de usar peones rubios
como distracción a tus errores.

Pero, ay, disfrutalo,
que los hombres analgesian
pero no sanan el corazón.

Y dimelo,
¿por qué prefieres cien cuervos
a un jilguero en tu salón?
"Y que me queda",
respondes sonriendo;
"¿Qué me queda"



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